sábado, 21 de enero de 2012

La meditación, una herramienta útil para las R.S.

Frente a la sobrecarga emocional y el estrés que generan la separación o el divorcio, nada como la meditación y la respiración consciente para sentirnos mejor sin ningún esfuerzo... ¡y sin gastar un peso! 
Mucha gente asocia la meditación con los monjes budistas, o con hindúes esqueléticos que parecen flotar sentados sobre una alfombra, o con yoguis que se quedan horas cabeza abajo, pero lo cierto es que la meditación, en cualquiera de sus formas, se está volviendo cada vez más popular.
Y no es para menos. En primer lugar, porque meditar es algo que está al alcance de todos. Y en segundo lugar, porque sus beneficios son realmente espectaculares.
No hay una sola manera de meditar, es más, hay muchísimas. Se puede meditar en silencio o con música, al amanecer, antes de dormirse o al mediodía. Se puede meditar en el balcón o en el baño de la oficina, en una habitación herméticamente cerrada o a la orilla del mar, acostado sobre una esterilla o sentado en el inodoro. Se puede meditar mirando una vela o dejándose llevar por el humito caprichoso del sahumerio. Contando de cien a cero, hacia atrás, concentrándose en el tic-tac de un reloj o visualizando un paisaje. 
Todas las técnicas son efectivas, siempre y cuando se las practique a conciencia. Y se las convierta en un hábito.  
Si nunca has meditado, este puede ser un buen momento para empezar a hacerlo. Yo utilizo esta técnica, que es muy sencilla y que te puede servir para iniciarte:
Pide que no te molesten por un rato y siéntate en un lugar tranquilo con la espalda derecha, sin cruzar las manos ni los pies, las palmas apoyadas sobre los muslos. 
Respira profundo por la nariz tres o cuatro veces con los ojos abiertos. Luego cierra los ojos y sigue respirando con tranquilidad, lento y no demasiado profundo para no marearte. Inspira, espira, sintiendo como el pecho se expande para dejar entrar el aire, y luego se contrae para impulsarlo a salir. 
Concéntrate en tu respiración, y si te vienen otros pensamientos simplemente déjalos pasar y vuelve a concentrarte en tu respiración, en el aire que entra y sale de tus pulmones.
Tómate aunque sea cinco minutos; lo ideal sería que fueran diez, quince, o veinte. 
Cuando abras los ojos estarás más serena y relajada. Y si te acostumbras a hacerlo todos los días, pronto notarás que tu mente está más flexible, más clara, más positiva, más dispuesta a comprender y perdonar, y que los pensamientos negativos son cada vez menos frecuentes.  
Además de meditar, también puedes practicar la respiración consciente todas las veces que te haga falta. 
Unas cuantas respiraciones profundas te ayudarán a despabilarte, a controlar la ira o el miedo, a volver concentrarte en lo que estás haciendo, a ordenar tus ideas. 
La próxima vez que tengas que encontrarte con tu ex para tratar asuntos sobre los que no consiguen ponerse de acuerdo, camina hacia él respirando profundo y tratando de dejar tu mente en blanco. Lo mismo puedes hacer cuando vayas al juzgado, o a ver a tu abogado; te sentirás mucho más confiada, y con más deseos de dialogar que de discutir. 
Respira profundo cada vez que lo necesites... pero eso sí: ¡procura descansar de vez en cuando con algunas respiraciones superficiales, para no desmayarte por el exceso de oxígeno!  

miércoles, 11 de enero de 2012

Los divorcios y la crisis económica





Según esta nota aparecida en el Diario El Mundo (España) la crisis económica se está haciendo sentir hasta el punto en que muchas parejas deciden aplazar el divorcio porque no tienen medios para solventar los gastos que éste ocasiona: abogados, cuota alimentaria, etc. 
La cuestión es complicada, si tenemos en cuenta que una de las causas más habituales de discordia en la pareja es la falta de dinero. Cuando a fin de mes los números no cierran, es muy común que alguno de los dos le eche en cara al otro que no ha ganado lo suficiente o que ha gastado demasiado, o que se culpen mutuamente. Y si la situación se prolonga, hasta puede suceder que el conflicto termine minando la pareja y se produzca la separación.
Y digo separación, no divorcio, porque una cosa es separarse y otra muy distinta divorciarse, que es más caro y complicado: los abogados no trabajan gratis, y sin abogado, no hay divorcio posible.
Entonces, como suelen decir en el campo aquí, en Argentina, hay que "desensillar hasta que escampe". Bajarse del caballo y esperar que pase el aguacero. Postergar el divorcio hasta que pase la crisis.
Esa postergación obligatoria puede convertirse en una tortura, obligándolos a convivir con alguien a quien ya no quieren o no soportan. Sobre todo si no se busca, o se ofrece, la posibilidad de hacer una verdadera tregua, una tregua consciente, en la que ambos se comprometan a no molestarse mutuamente, a respetarse y a comportarse como personas civilizadas.
Pero en algunos casos, también puede ser una buena oportunidad para intentar salvar la pareja... y si esto sucede, el divorcio que no fue terminará quedando en el recuerdo, para formar parte algún día del anecdotario familiar: ¿Te acordás, vieja, cuando se nos ocurrió divorciarnos y no pudimos porque no teníamos un peso?

Si te gustó esta nota, el libro te gustará mucho más