miércoles, 23 de diciembre de 2015

¡Debuté como vendedora de feria!

El 20 de diciembre de 2015, con los libros  recién salidos del horno fuimos a probar suerte a una feria en Río Ceballos, en el paseo de Villa Matilde.

¡Esto de ser autora, editora y vendedora es un todo un desafío!
Al puesto lo instaló mi hija, porque yo ese día tenía la última clase de mi capacitación de Coaching ontológico. Cuando llegué, ya había vendido tres libros así que la alegría fue doble, por la venta y por lo lindo que había decorado el puesto. ¡Es de fierro, mi hija!

Me encantó la experiencia, las ferias de artesanos y microemprendedores tienen una onda especial, uno está rodeado de cosas bellas y de gente creativa. Y ver las caras de los visitantes cuando leían el título del libro y veían la tapa fue enriquecedor y motivador: muchas sonrisas, hombres y mujeres a los que les producía curiosidad pero que no se animaban a leer un poquito... y alguna que otra cara de vinagre. Siempre hay gente con cara de vinagre, es inevitable. Pero las expresiones alegres y los gestos de aprobación fueron mayoría absoluta.

Con la ayuda de mi amiga Elsa, convencimos a una señora de que el libro estaba espectacular y se lo llevó. Y una vecina casada, que no sabía que yo era escritora, lo compró por curiosidad, para ver como escribo.
Las bolsitas de tela fueron una excelente idea, que llamó la atención.
Vendimos 5 libros, y por si fuera poco, nos divertimos con amigas que le pusieron buena onda y energía positiva a la tarde. Las fotos hablan por sí solas de lo bien que la pasamos...











viernes, 18 de diciembre de 2015

¡Llegó la edición en papel!




El miércoles 16 de diciembre de 2015 llegaron desde Buenos Aires los 300 libros de la 2a. edición corregida y aumentada.
¡No les puedo explicar la emoción que sentí!

No pude esperar a entrarlos a la casa, abrí una caja en la puerta y los vi, hermosos, tal como los había soñado...
El tamaño, ideal para llevar en la cartera. La tapa era un derroche de color, y tal como pude comprobar apenas empecé a mostrarlos, el diseño fue un acierto, es llamativo pero no agresivo, causa gracia y curiosidad.
Ahí nomás me puse a sacar las primeras fotos.

Confieso que además de contenta, estaba un poquito asustada.

Les cuento: hice una edición de autor en La Imprenta Digital, una imprenta de Buenos Aires que se especializa en imprimir libros. La elegí porque tenía buenas referencias, pero sobre todo por el costo: tienen los mejores precios del mercado, ¡y lo podía pagar en 12 cuotas sin interés con tarjeta de crédito!
Hacer el libro en una imprenta en lugar de hacerlo en una editorial, significa que tenía que encargarme de todo yo sola: el diseño de la tapa y de interior. Pero eso, que puede parecer complicado, en realidad tiene una gran ventaja: el autor es dueño absoluto del libro, lo diseña como quiere, con la letra y el formato que quiere, y con la tapa que más le guste.
Así que me puse las pilas, pedí ayuda para lo que no sabía hacer y cuando tuve todo listo, allá fue.
En La Imprenta Digital se pasaron, hicieron un trabajo excelente, me trataron de diez y cumplieron con el plazo previsto, y en tres semanas tuve el libro entre mis manos.

Mientras esperaba los libros,  me puse a coser las bolsitas en que los entregaría. Quería darle un toque diferente y personal, quería
ponerle un poco más de mí, y se me ocurrió lo de las bolsitas.
Otro gran acierto: gustaron muchísimo.

¿Por qué estaba asustada cuando por fin recibí los libros? ¡Porque los tenía que vender yo sola! Las imprentas no hacen distribución, sólo imprimen, y la distribución y venta corren por cuenta del autor.
¡Tremendo el desafío!
Pero acá estamos, y allá vamos.
Continuará...













jueves, 10 de diciembre de 2015

No es fácil ser padre cama afuera

(Fragmento de "Manual de instrucciones para recién separadas")

Los hombres sufren. Póngase en el lugar de ellos y dígame cómo se sentiría usted si de un día para el otro llegara a una casa donde ya no la reciben sus hijos, y no pudiera ir a darles el beso de las buenas noches antes de irse a dormir, y no pudiera compartir con ellos el desayuno, el almuerzo, la cena. Eso les pasa a los hombres  cuando se separan: dejan de estar donde los chicos viven y crecen, donde hacen las tareas de la escuela todos los días, donde juegan con sus amigos, donde miran televisión. Un padre que ame a sus hijos no puede menos que desesperarse al darse cuenta de todo lo que se pierde, y al comprender que de ahora en más sólo participará en su educación unas pocas horas a la semana. Si yo fuera hombre, no lo soportaría.
El hombre queda supeditado a lo que su ex mujer quiera sembrar en sus hijos, y convengamos que en algunos casos la maldad (o estupidez) femeninas no tienen límite. Ella está con los chicos todos los días, a toda hora, alimentando o envenenando sus corazones; él sólo tiene, con suerte, el fin de semana para seguir conociéndolos, para hacerles ver que tienen un padre. Es una tarea ardua, por lo que muchos terminan desanimándose y viendo a sus hijos cada vez menos.
El abandono masculino de la prole no siempre se da por desamor, a veces es consecuencia de la impotencia o la culpa que sienten al no poder ajustarse a su nuevo rol de “papá cama afuera”. Esto se da principalmente cuando la separación es conflictiva y su ex mujer se muestra intransigente, o les mezquina los hijos, o los utiliza como botín de guerra, o los pone en contra de su papá.
No es un invento mío. Me lo han confesado unos cuantos hombres: prefieren sufrir por no ver a sus hijos, antes que sufrir por verlos poco y mal. Es una solución extrema, inmadura, dolorosa para todos y muy, muy discutible, pero es lo que sienten. Si a esto le sumamos que los modelos de paternidad y de pareja han cambiado mucho en los últimos tiempos, y que hay hombres que no han sabido adaptarse, no es de extrañar que terminen haciendo lo que no deben.
¿Y a mí qué me importa?, me dirá usted. ¡No quiere a sus hijos, por eso no viene a buscarlos!
¿Y si no fuera así? ¿Y si los quiere, pero no sabe qué hacer estando solo con ellos, no sabe cómo demostrarles su cariño? Si le ha tocado un ex que no se ocupa de los chicos, trate de hablar con él y preguntarle qué le pasa. Pero bien, como si en lugar de su ex fuera su hermano. Y si lo tiene que ayudar, ayúdelo. Si no lo quiere hacer por él, hágalo por sus hijos, pero busque la manera de que ese hombre QUE ESTÁ EN CRISIS (no olvide ese detalle) pueda reencauzar su paternidad.
Las mujeres hablamos de nuestras cosas con las amigas, madres, hermanas, compañeras de trabajo y con cuanta oreja se nos cruce; los hombres generalmente no, ellos hablan de fútbol, del trabajo, de política, pero no de sus sentimientos, y eso en lugar de hacerlos más fuertes los vuelve más vulnerables.
Todavía quedan hombres que conocen una sola forma de demostrar su amor por su familia: trabajar duro para que no les falte nada. El dinero, y todo lo que se puede comprar con él (un buen colegio, medicina prepaga, vacaciones, etc.) se convierte en la mayor preocupación, y el resto queda para después. Estos hombres suelen tener serios problemas cuando se separan, porque casi nunca entienden que su ex esposa, o sus hijos, les echen en cara la falta de diálogo o el poco tiempo que les dedicó mientras estaban juntos. El hombre proveedor, ejemplar masculino casi en extinción entre las nuevas generaciones, de verdad no consigue ver en qué falló: ¡Si les dio todo! ¡Si se desvivía por su familia! Y se siente muy solo, incomprendido, y víctima de una terrible injusticia.

Sufren, los hombres. Hasta el que se fue con otra sufre, si tiene hijos. Porque salvo el que se sacó la lotería encontrando una mujer comprensiva, que no se entrometa y que quiera a sus chicos, el resto debe padecer las zancadillas, caprichos y maldades de “la nueva”, que en muchos casos nada tiene que envidiarle a la madrastra de Cenicienta.
Pobre tipo. 
Él está convencido de que su flamante novia es la mar de dulzura porque le limpió los mocos al nene, y ella no ve la hora de que devuelva el monstruito inmundo para que la lleve al cine.
Él se enternece viendo como ella le lee un cuento al más chiquito, y ella se saltea un renglón porque está pensando cómo darle un somnífero para que se duerma de una buena vez.
Él piensa que encontró una segunda madre para sus hijos, y ella no ve la hora de tener sus propios hijos para desbancar a los de él.
Así somos de cínicas a veces, las mujeres...