miércoles, 30 de octubre de 2019

Soltar

Revisando archivos en la compu, hoy encontré esto que escribí en mi taller de escritura; lo pasé en limpio y lo corregí con la intención de subirlo acá, al blog, pero después me olvidé y ahí quedó...  


Soltar

Te dejo ir. Hace mucho tiempo que no estamos juntos y que renuncié a tu cuerpo, a tus abrazos, pero me faltaba dejarte ir adentro mío. Liberarme de la necesidad de protegerte, comprenderte, ayudarte, ser una mezcla de amiga y madre confiable con la que podías contar aunque el mundo entero te diera la espalda.
Soltar. Hacerse a un lado y que el otro viva su vida como le guste o como le salga, como pueda.
Soltar. Dejar de creerse imprescindible.
Soltar. Dejar de hacerse cargo de responsabilidades ajenas.
Soltar. Y que lo que deba desmoronarse se desmorone, y lo que deba subsistir subsista por sus propios medios.  
Soltar… qué fácil decirlo, y qué doloroso hacerlo…
Pero es imprescindible que te suelte.
Estoy triste. Ya no te reconozco, o tal vez no te veía tal cual eras y hoy que abrí los ojos lo que veo no me gusta, no me sirve, no me hace bien. Y hasta me hace daño.
Estoy triste. Por mí, por vos, por el hombre en que se convirtió aquel chico que me robó el sueño hace tanto tiempo, una noche que recuerdo como si hubiera sido ayer.
Estoy triste porque me duele mucho, muchísimo, pensar que estás negándote, y negándonos a los que te rodeamos, la posibilidad de construir relaciones sanas desde el amor y la confianza. Me duele que no veas las bendiciones que tenés, o lo que sería peor, que las veas pero no las valores. Me duele que confundas inspirar respeto con infundir temor. Y me duele tu miedo a no ser respetado, querido, que te lleva a rechazar las manos que se tienden para acariciarte.
Porque sé que en el fondo tenés miedo a dar y quedarte vacío. Todavía no aprendiste que el amor no se agota cuando damos, al contrario, crece dentro nuestro y se reproduce como los panes y los peces de Jesús, para que alcance para todos. Pero hay que animarse a dejarlo crecer, y vos tenés miedo. Amar te hace vulnerable, y vos no querés ser vulnerable. Entonces preferís morderte por dentro antes que demostrar debilidad y te hacés el recio, el que no necesita a nadie. Mentira. Sabés que es mentira. Pero no querés reconocerlo, aunque sepas que te vas a quedar solo.
Solo con vos mismo, con tu rabia, tu rencor y tus demonios.

Soltar. Respirar hondo y soltar. Mirar hacia adelante, y soltar. Mirar a mi alrededor, apreciar mis bendiciones, mis posibilidades, mis logros, mis proyectos, y soltar.
Agradecerte los buenos momentos y soltar. Perdonar y soltar. Dejar de juzgar y soltar.
Soltar deseándote que encuentres paz y que seas feliz. Tan feliz o más que yo.
¿Se puede ser feliz y estar triste? Sí, claro que se puede. Y me doy permiso para estar triste porque mi felicidad no depende de vos, aunque mi tristeza tenga que ver con vos.
Mi felicidad, mi paz, son construcciones en las que trabajo cada minuto de mi vida, sin tregua y sin pausa.
Por eso hoy, en nombre del amor en todas sus formas, te suelto.