miércoles, 9 de marzo de 2016

Cómo vender libros en una feria

¡Y seguimos vendiendo el Manual en ferias!
Ahora estoy en la Feria de Microemprendedores de Río Ceballos, en la plaza de los Artesanos.
Me armé un puesto liviano, plegable y muy creativo con un tendedero de ropa y un caño de plástico de esos que se usan para las instalaciones de agua corriente, con el que hice un arco para sostener la lámpara. Todo revestido en tela, para que no se vea lo que hay debajo. Vean cómo quedó:



Al principio me sentía muy ansiosa. Los primeros días, me pasé las cuatro o cinco horas que dura la feria parada y atenta, buscando la manera de atraer a los que se arrimaran al puesto. Eso, más la caminata de ida y vuelta con la mochila al hombro, ¡me dejó de cama! Después me relajé, empecé a sentarme cuando no hay gente y ahora me estoy llevando algo para hacer, así se me pasa más rápido el tiempo.
El primer día no vendí nada, el segundo tampoco. Al tercer día se me ocurrió invocarlo a mi papá, que además de fabricar zapatos era muy buen vendedor. A papá le encantaba vender, y más cuando vendía sus zapatos porque estaba realmente orgulloso de lo que hacía. Así que miré al cielo y le dije: ¡Gordo, ayudame a vender el libro!
Y el Gordo me ayudó: ya vendí varios libros, y lo mejor de todo es que me animé a vender, me animé a mostrar el orgullo que siento por mi libro, a mostrar cuánto lo quiero y con cuanto amor lo escribí y lo edité.

Sé que el Manual gusta, y es útil, y eso me da argumentos para ofrecerlo y conversar con la gente. Si consigo que hojeen en libro y lean algún párrafo, es casi seguro que lo compran. Y los que no lo compran me desean suerte y me felicitan, que no es poca cosa.
Entre ayer y hoy, vendí dos ebooks: uno en Ecuador y otro en México. No sé cómo haré para cobrar el dinero de Paypal porque tendría que tener una cuenta en EEUU, así que de momento consideraré las ventas fuera del país como un ahorro, lo importante es que las lectoras que no pueden acceder a la edición impresa puedan acceder al ebook.
Qué más puedo decir... estoy feliz con mi caminito de hormiga, llevando mi libro de la mano paso a paso. Cuando por fin se largue solo a caminar, sé que le hará bien a muchísimas mujeres.
Lo mío no es ego, ni soberbia: es la convicción de que escribí un buen libro, que propone otra manera de pensar y de relacionarse con uno mismo y con los demás. ¡Así que allá vamos!

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