viernes, 10 de abril de 2009

Argentina: Más divorcios, menos matrimonios



Argentina no es ajena al fenómeno mundial del aumento de los divorcios y la disminución de los matrimonios.
Cuando la Ley de Divorcio entró en vigencia, allá por junio 1987, se divorciaba uno de cada tres matrimonios, pero hay que tener en cuenta que la mayoría de esos divorcios se produjeron para regularizar una gran cantidad de separaciones de hecho, que hasta ese momento no contaban con una ley para disolver el vínculo.
Según esta nota, la proporción nunca disminuyó, y más de veinte años después nos encontramos con que en la provincia de Santa Fe los divorcios duplicaron a los matrimonios, y el la Capital Federal, uno de cada dos matrimonios se divorcia. Y lo mismo pasa en el resto del país. Y esto sin contar las uniones de hecho que se rompen...
El concubinato, en cambio, sigue ganando adeptos, aunque suele durar tan poco como los matrimonios. En general, las nuevas generaciones no se sienten representadas o protegidas por las leyes ni les interesa cumplir preceptos religiosos o morales. Fidelidad, entrega, parecen ser palabras de otro siglo. Hoy estamos juntos, mañana veremos; y cuando uno empieza una relación pensando en que no va a durar, lo más probable, me parece, es que no dure.
El quid de la cuestión, entonces, está en el compromiso. No soy defensora a ultranza del matrimonio legal, porque considero que, con papeles o sin ellos, ceremonia más, ceremonia menos, cuando hay compromiso, cuando hay convicción de haber elegido a alguien para compartir buenas y malas, la pareja resiste. Cuando la calentura del principio, que dura tan poco, evoluciona hasta llegar a un amor maduro, comprensivo, en el que el otro es un compañero de ruta firme y leal, la pareja perdura.
Hoy que las relaciones amorosas vienen casi con fecha de vencimiento (hasta cuando duren), no es fácil tomarse el tiempo ni tener la paciencia necesaria para conseguir que el vínculo crezca, preocupados como estamos en la satisfacción de lo inmediato, en la impaciencia de querer que todo se nos dé hoy, ahora mismo. Y encima con la fantasía de que las emociones están afuera, en la calle, y no en casa. Craso error: las emociones están donde decidimos ponerlas.

Pero más allá de las causas, que son muchas y complejas, en realidad lo malo no es que haya tantos divorcios: lo malo es separarse mal, lastimando al otro y lastimándose. Y que los hijos sufran más de lo necesario, y que haya que pelear en la justicia por cuotas alimentarias y otras cuestiones que deberían resolverse con buena voluntad y respeto. Eso es lo terrible.

Si te gustó esta nota, el libro te gustará mucho más.

1 comentario:

  1. Es cierto lo que decís del compromiso, eso es lo que se perdió, con papeles o sin papeles. Muy bueno el blog.

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