domingo, 29 de marzo de 2009

México: ¿Por qué cada vez son más divorcios y separaciones?



Si en todas partes nos preguntamos lo mismo, debe ser porque el matrimonio nos sigue importando. Al que escribió esta nota, al menos, sí le importa, porque al final nos da consejos sencillos y muy atinados sobre cómo hacer que una relación funcione.
Méjico, al igual que casi todos los países, tuvo y todavía tiene hombres machistas, para los que el poder dentro de la pareja se mide, entre otras cosas, por la cantidad de dinero que cada uno aporta. Este tema, el del dinero, es uno de los que más discordias genera en los matrimonios, sobre todo cuando falta o cuando la mujer gana más que el marido.
Cuando la mujer trabaja y tiene ingresos que le permitan aunque sea una mínima independencia, su postura ante el mundo y su visión de sí misma cambian radicalmente. Ahora tiene poder. Ahora puede. Puede elegir con quién estar y bajo qué condiciones; puede exigir derechos y delegar “deberes” femeninos como lavar, planchar y cocinar; puede elegir cuándo ser madre.
Y ese poder se enfrenta al ancestral poder del hombre, que era quien lo podía todo. Y el hombre se siente desautorizado, siente que le han robado un espacio. Ahora, en lugar de mandar, tendrá que pedir, y ya no tendrá más la última palabra: tendrá que concensuar.
Y aquí estamos. El matrimonio convertido en una lucha de poderes, en la que todos pierden.
El ejercicio del poder, el “yo puedo”, debería ir a la par del “yo debo”: debo ser responsable de mis actos y de mis decisiones; debo ser responsable de los hijos que traigo al mundo; debo ser responsable del dolor que causo, de lo que callo, de lo que grito, de las caricias, de los insultos. Debo ser responsable. Si pudiéramos conseguir, hombres y mujeres, que el “yo puedo” y el “yo debo” sean la misma cosa, creo que el mundo sería casi perfecto.

Si te gustó esta nota, el libro te gustará mucho más.

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