Si lo que dice esta nota es cierto, si de cada cuatro matrimonios que se celebran en España tres terminan en divorcio, el dato da escalofríos.
Al parecer, la culpa de esta caída en picada es de la nueva ley de Divorcio Exprés que rige desde el 2005. El argumento me suena conocido: hace más de veinte años, cuando se debatía aquí en Argentinala Ley de Divorcio, muchas voces agoreras se alzaron para tratar de impedir que se sancionara porque podía llegar a producirse una avalancha de rupturas, algo que se debía impedir a toda costa.
A ver, pensemos un poco. Una ley no puede tener la culpa de algo que somos libres de elegir hacer o no hacer, de la misma manera que no hay ley, por perfecta que sea, que pueda conseguir que seamos mejores de lo que somos. El problema, entonces, no está en una ley de divorcio que permita disolver un matrimonio en menos tiempo del que lleva dar el sí; el problema está, nos guste o no, en la liviandad, la inconsciencia o la inmadurez con que la gente se casa.
Y les dejo de muestra sólo un botón. ¿Qué es lo más importante de la mayoría de las bodas actuales? La fiesta, la wedding planner o como se escriba, lo que se ve de afuera, la apariencia, el tocado, el vestido, el salón, el menú, el “pan y circo”. Nuestras abuelas se arreglaban con lo que tenían a mano (la mía se casó de luto, y sólo por civil), y muchas veces la fiesta de casamiento se limitaba a un almuerzo sencillo con la familia más íntima, pero el sentimiento que animaba a los novios era unánime: nos casamos para siempre. Ahora nadie se casa para siempre; esa, y ninguna otra, es la verdadera causa de que los matrimonios ya no duren.
Al parecer, la culpa de esta caída en picada es de la nueva ley de Divorcio Exprés que rige desde el 2005. El argumento me suena conocido: hace más de veinte años, cuando se debatía aquí en Argentina
A ver, pensemos un poco. Una ley no puede tener la culpa de algo que somos libres de elegir hacer o no hacer, de la misma manera que no hay ley, por perfecta que sea, que pueda conseguir que seamos mejores de lo que somos. El problema, entonces, no está en una ley de divorcio que permita disolver un matrimonio en menos tiempo del que lleva dar el sí; el problema está, nos guste o no, en la liviandad, la inconsciencia o la inmadurez con que la gente se casa.
Y les dejo de muestra sólo un botón. ¿Qué es lo más importante de la mayoría de las bodas actuales? La fiesta, la wedding planner o como se escriba, lo que se ve de afuera, la apariencia, el tocado, el vestido, el salón, el menú, el “pan y circo”. Nuestras abuelas se arreglaban con lo que tenían a mano (la mía se casó de luto, y sólo por civil), y muchas veces la fiesta de casamiento se limitaba a un almuerzo sencillo con la familia más íntima, pero el sentimiento que animaba a los novios era unánime: nos casamos para siempre. Ahora nadie se casa para siempre; esa, y ninguna otra, es la verdadera causa de que los matrimonios ya no duren.
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