domingo, 1 de marzo de 2009

Nicaragua: Menos matrimonios y mas divorcios



Según esta nota, en el año 2006 se celebraron en Managua la mitad de matrimonios que en el 2005, pero los divorcios se dispararon en un 8% más. Y eso que no son baratos; el costo de recuperar la libertad variará de acuerdo a la cantidad de bienes y derechos por los que haya que pelear.
La división de bienes nunca es sencilla, ni en Nicaragua ni en ningún lado. Si hay muchos, no habrá acuerdo porque los dos querrán quedarse con lo mismo. Si hay pocos, lo que le toque al otro se vivirá como un despojo, una pérdida, y lo que le toque a uno parecerá la mitad de nada. Si no hay bienes, la cuota alimentaria que se pueda conseguir, si es que se consigue, apenas alcanzará para lo indispensable. Los ricos suelen tener divorcios escandalosos, en los que se arrancan los ojos sin pudor por propiedades, empresas y dinero. Entre los que menos tienen, la disputa pasa por el lado de la subsistencia, de no quedar desamparado, de no renunciar a lo que se consiguió con mucho esfuerzo: una casa, un auto.
Dediqué un capítulo completo de mi libro “Recién Separada” a la división de bienes, en el que pinto con humor las incongruencias que suelen cometerse en nombre de una justa partición. Les copio un párrafo:

Personalmente, no conozco ningún hombre que haya querido llevarse, tras su separación, las plantas, el gato, la heladera, la cocina, las alfombras, la escoba o el calefón. Mucho menos la tabla de planchar, el canasto de la ropa ni los CDs de los chicos (lástima). Ellos más bien apuntan hacia otras cosas: el auto, el equipo de audio, la caja de herramientas, por ejemplo. Y bueno, déjelo que se lleve todo eso, así no jode. Si es el precio que deberá pagar por su tranquilidad futura, no es caro.

¿A cuánto somos capaces de renunciar por la tranquilidad futura, algo que no tiene precio?
Conozco unos cuantos hombres que soportan, y obligan a sus mujeres a soportar, matrimonios infernales, sólo por no perder la mitad de los bienes. Pero también conozco al menos tres hombres que se fueron de su casa con una valija en la que apenas cabía su ropa y dejaron todo, hasta el auto. Los tres, luego de un tiempo de ser infieles, abandonaron a sus esposas por otra mujer, y sabían que la única manera de que sus ex no los molestaran más era esa: renunciar a todo, pagar sin chistar la cuota alimentaria y empezar de nuevo.
No sé si es justo o no, pero me parece perfecto que esos tres hombres hayan decidido, en cierta forma, indemnizar a sus esposas con tanta generosidad. Lástima que esto no es común; lástima que, encima de irse con otra, muchas veces nos dejan a nosotras y a sus hijos, como decimos acá, en bolas y a los gritos.

Si te gustó esta nota, el libro te gustará mucho más.

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